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El Ecologismo como movimiento social

Category: By Kary
Por Ivette Arriagada y Ana Karina Huircán
06 de diciembre 2007

Los movimientos sociales expresan las ideas, las reivindicaciones o los deseos de cambio de una parte de la sociedad, asentándose fuera de las instituciones políticas. Los hay clasistas (movimientos agrarios, movimiento obrero) y transversales (antimilitarismo, pacifismo, feminismo, ecologismo); reivindicativos (el sindical es un ejemplo característico) y expresivos (tratan de agitar las conciencias de la sociedad en un sentido determinado), o ambas cosas a la vez (el feminismo); centrados en problemas sociales (los movimientos a favor de aumentos salariales) y orientados a lograr cambios políticos (por una ley del divorcio o contra el servicio militar).

La mayor parte de los analistas comparte la idea de que el origen de los nuevos movimientos sociales debe buscarse en el ciclo de luchas y protestas de la década de los sesenta que culmina en 1968 y se prolonga, según los países, hasta mediados los años setenta del siglo XX. La expresión "nuevos movimientos sociales" comprendía entonces básicamente tres: feminismo, ecologismo y pacifismo.

Los tres han nacido en el marco y al rebufo de un movimiento social más amplio, el movimiento estudiantil o universitario que, entre 1965 y 1970, se extendió desde California a Frankfurt y Berlín, desde París a Praga y desde Barcelona y Madrid a Italia y México.

Los tres tienen su origen en las capas medias ilustradas de las sociedades llamadas de capitalismo tardío o avanzado, en una fase de crecimiento económico relativamente acelerado, de acentuada generalización de la enseñanza universitaria (lo que entonces se llamó "masificación") y de incorporación relativamente rápida de la mujer al trabajo externo (no exclusivamente doméstico).

Los tres (feminismo, ecologismo y pacifismo) han nacido y se han desarrollado criticando a la vez "la democracia realmente existente" (en Estados Unidos y Europa occidental) y el "socialismo realmente existente" (sobre todo en la URSS y en los países del Pacto de Varsovia). En este estudio, pretendemos analizar el ecologismo político como movimiento social alternativo al socialismo y describir cómo actúa dentro del tema forestal

El socialismo y los movimientos sociales alternativos

Para partir este estudio es preciso señalar que los movimientos sociales alternativos surgen desde que entra en crisis el socialismo como ideología, cuando cae la Unión Soviética y se instala el Liberalismo como hegemonía en el mundo, representado por el poder de los Estados Unidos sobre el mundo.

Así lo señala Benjamín Herrera en “El nuevo orden mundial, entre la dispersión y la hegemonía”: “El fin de la Guerra Fría, del socialismo “real” en Europa central y oriental y de la Unión Soviética, nos ha conducido a una paradoja desde el punto de vista del poder. Nos encontramos frente a la hegemonía de los Estados Unidos de Norteamérica en el sistema internacional, hegemonía que se ve erosionada por desarrollos geopolíticos recientes y por una multiplicación de micro y messo poderes en lo local, lo regional y lo global, así como a la afirmación creciente de poderes alternativos a los tradicionales” (Herrera : 1). Sin embargo, el salto de la “hegemonía suave” a la “hegemonía por la fuerza” (ver Herrera: 2 y 3) impuesta por los EE.UU. como política exterior, ha conducido a que tanto actores estatales y como no estatales cuestionen la hegemonía norteamericana. Según el autor, no es posible afirmar si esto se seguirá profundizando o si transformará la estructura de poder en el mundo, pero lo que sí se puede afirmar es que actualmente existe una crítica hacia el poder que detenta Estados Unidos. (Herrera: 4).

Por su parte, Raúl Digón en “Notas para una teoría socialista reformulada” afirma que “la desaparición del mundo de la guerra fría puso al descubierto y precipitó una grave crisis de ideas en el espacio político de la izquierda alternativa” (Digón, 2005:2), lo que implicó que Estados Unidos se erigiera como hegemonía mundial.

Respecto de este nuevo orden mundial que se implanta desde la caída del muro de Berlín, Digón argumenta que: “desde 1989 asistimos a un proceso de transformación del sistema internacional cuya evolución final parece incierta. En ese proceso interactúan actores o componentes que desarrollan papeles distintos e incluso antagónicos (entre ellos Estados, Organizaciones internacionales y empresas multinacionales), y para cuya explicación se han propuesto tipologías donde se confiere a las ideologías una función relevante” (Digón, 2005:2 y 3), es decir, desde que el mundo cambia de bipolar a unipolar, las ideologías que han existido (socialismo y liberalismo) han marcado el accionar de los actores estatales y no estatales.

Asimismo, el autor señala que: “la emergencia, evolución, pervivencia, adaptación, decadencia y extinción de las ideologías políticas se corresponde con las fracturas y transformaciones acontecidas en el orden social” (Digón, 2005: 3), lo que explicaría la crisis del socialismo como ideología política y, en su reemplazo, la implementación del Liberalismo a nivel mundial, el cual supo adaptar su doctrina a los nuevos tiempos.

Para Raúl Digón, “el socialismo, después de la caída de la Unión Soviética, entró en crisis tanto en el plano teórico como político práctico debido a que, entre las sociedades occidentales, se propagó un creciente desprestigio del socialismo marxista como teoría política y como ideología, afectando también a las opciones socialdemócratas. Cuestionado duramente por apoyarse en una antropología tal vez equivocada, por el hecho de que se hubieran cometido crímenes y atrocidades bajo su nombre, y también por carecer de un proyecto técnicamente viable y capaz de asegurar la prosperidad económica de las poblaciones (imposibilidad del cálculo económico, baja productividad, incapacidad de adaptación ante la revolución científico-técnica, etc.) sometidas a su gobierno. (Digón, 2005:3 y 4). El autor se plantea que el socialismo como ideología política debe reformularse para constituirse como una alternativa potente ante el liberalismo.

Según Cohen, el verdadero problema del socialismo como teoría política está en “la dificultad de extrapolar el modus operandi del modelo de "campamento" (la hipótesis explicativa que utiliza el socialismo para fundamentar la posibilidad de una comunidad organizada en base a pautas de cooperación y ordenación solidaria de la satisfacción de las necesidades) a escala de toda la sociedad, es decir, de conseguir las instituciones capaces de traducir a la realidad los principios de igualdad y comunidad que postula el socialismo (ver Digón, 2005:17).

Por ello, los nuevos movimientos sociales han surgido como una alternativa para reformular el socialismo y también como respuesta a la hegemonía que detenta Estados Unidos en el mundo.

Para Benjamín Herrera, estos nuevos movimientos sociales serían considerados Micro poderes locales. El autor distingue entre Messo poderes globales y Micro poderes locales. Los primeros se refieren al poder que detentan las transnacionales o el Fondo Monetario Internacional. En cambio, los Micro poderes locales se refieren a aquellos movimientos que tienen influencia a nivel local, pero que también pueden intervenir a nivel mundial.

Estos Micro poderes o poderes alternativos surgen a raíz de la crítica al sistema económico liberal, el que provocaba grandes desigualdades: “la unificación de las sociedades bajo un único sistema económico generó, a comienzos de los años noventa, el crecimiento y fortalecimiento de las corporaciones transnacionales y la constitución de instituciones que abogaban por una ampliación del modelo económico, en particular el denominado Foro Económico Mundial. Sin embargo, éstas crearon situaciones de marginamiento y exclusión, ya que la puesta en marcha de las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial desplazaron de los sistemas productivos y de las instituciones estatales a decenas de miles de personas” (Herrera : 7).

Herrera agrega que: “frente al agotamiento de las formas de representación tradicionales de los intereses de los trabajadores urbanos y agrarios y ante la ampliación de zonas urbanas y rurales desconectadas de los principales circuitos económicos y políticos, se estructuraron formas organizativas flexibles que rechazando los esquemas jerárquicos rechazaron los esquemas impuestos. Estos “nuevos” movimientos sociales utilizaron las experiencias que las organizaciones clandestinas utilizaron contra los gobiernos autoritarios de izquierda o de derecha, los cuales se caracterizaron por una gran flexibilidad que garantizaba su supervivencia. A estas experiencias se añadieron las que habían tenido lugar en los países desarrollados alrededor de las reivindicaciones medioambientales y en la lucha contra la carrera armamentista nuclear. Las condiciones de desarrollo de estas expresiones en los años noventa y en lo que va corrido del siglo XXI se vieron favorecidas por un producto y condición de la globalización: las nuevas tecnologías de la información. Éstas, en particular internet, permitieron un proceso de coordinación de acciones simultáneas sin cuestionar la flexibilidad de las organizaciones” (Herrera: 7), por lo que Internet constituyó un importante instrumento en la organización de estos nuevos movimientos sociales.

Estas estructuras organizativas son transversales a todo el espectro de posiciones de rechazo a los modelos que se imponen desde las autoridades estatales, de las organizaciones multilaterales o desde las mismas corporaciones multinacionales. (Herrera : 8). Por eso, han ido emergiendo nuevas formas de organización socio-política en oposición a la hegemonía norteamericana, la mundialización neoliberal y sus efectos sociales (ver Digón, 2005: 21).

En los últimos años se han ido desarrollando diversas energías de resistencia ante un sistema económico dominado por miles de multinacionales y organismos internacionales (como el G-8, organizaciones financieras como el FMI y el Banco Mundial, o comerciales como la OMC, y salvaguardado por instituciones militares como la OTAN). Esos movimientos alternativos han desarrollado un sistema de redes coordinadas de acción global, plurales y complementarias, que han permitido la confluencia de experiencias tan dispares y variopintas como la acción de las organizaciones sindicales contra la precariedad laboral y las deslocalizaciones, los grupos en defensa de los derechos de los indígenas en distintas regiones del planeta, organizaciones relativas a la especulación del suelo, ONGs de tipos muy distintos, redes de mujeres organizadas en contra de la violencia de género, movimientos de defensa de los servicios públicos, de condonación de la deuda del tercer mundo, de renovación pedagógica, etc. (Digón, 2005: 22).

Los nuevos movimientos sociales priorizan más los procesos democráticos radicalmente participativos. que una defensa a priori de los modelos de democracia representativa. En rigor, el "movimiento de movimientos" se concibe a sí mismo como alternativo al poder político institucionalizado, y buena parte de los grupos que lo integran propugnan la búsqueda de un nuevo espacio social para sí mismos, ajeno a las estructuras formales del sistema político actual, proponiendo estructuras de tipo muy horizontal (o asambleario) y con vocación localista (Digón, 2005: 23 y 24).

El Ecologismo como movimiento social

Dentro de estos nuevos movimientos sociales, el ecologismo sería considerado como una nueva tendencia de pensamiento progresista (Digón, 2005:2). El autor distingue dos grandes líneas generales dentro de este movimiento: el ecologismo político y el medioambientalismo. Los ecologistas políticos concentran sus preocupaciones en las causas económicas y políticas estructurales de los daños ambientales, propugnando el desmantelamiento y la sustitución del sistema industrial. Por su parte, los mediambientalistas centran su atención en los "síntomas" del daño medioambiental (destrucciones de ecosistemas, deforestación, desertización, cambio climático, etc) (Digón, 2005:18). Para efectos de este estudio, nos centraremos en el ecologismo político.

Los rasgos que definen al ecologismo como ideología política radican en una crítica de fondo al sistema industrial moderno. Según Fritz Schumacher, los sistemas económicos y políticos que conforman las modernas sociedades industriales se caracterizan por dos aspectos fundamentales: 1) Carecen de sostenibilidad, porque las sociedades persiguen un crecimiento continuado e infinito para expandir la producción y el consumo dentro de un sistema finito en recursos no renovables y en su capacidad para absorber residuos y 2) Están edificados desde una perspectiva antropocéntrica porque sitúa al ser humano como medida de todas las cosas, como piedra angular de la existencia, y concibe a la naturaleza como un mero almacén (reserva de materias primas a nuestro entero servicio) para abastecernos (Digón, 2005:19).

Los ecologistas políticos plantean que la organización de la economía debería apoyarse en el principio de la conservación del stock de energías no renovables (incluyendo por supuesto el incremento del empleo de las energías renovables). Además, propugnan la descentralización de los centros de decisión y estructuración social (La descentralización contribuye a mejorar la calidad democrática al aproximar el centro de la toma de decisiones a los que deberían ser sus verdaderos protagonistas. Por otra parte, reduce el impacto de la especie sobre la biosfera al estimular a los consumidores a satisfacer sus necesidades mediante los recursos locales, eliminando la dependencia de grandes y centralizadas redes de transportes y comercio, con gasto energético y coste medioambiental elevado). (Digón, 2005: 20).

Los riesgos del ecologismo como movimiento social son: ser absorbidos por otros referentes políticos (como los partidos socialdemócratas) que, legítimamente, operan bajo otros parámetros; o bien caer en la marginalidad social y convertirse en minúsculas organizaciones de extrema izquierda, ajenas a la realidad de su tiempo y sin ninguna capacidad para incidir en ella (Digón, 2005: 33).

Si bien los grupos ecologistas combinan una muy amplia diversidad de corrientes, personas y motivaciones, podríamos distinguir tres grandes tendencias:

Ecologismo tradicional: Es la corriente que agrupa la mayor cantidad de personas. Es esencialmente antropocéntrica: la preocupación consiste en que futuras generaciones de seres humanos no hereden un planeta destruido o deteriorado. El grueso del público común encuadra en esta corriente y también las organizaciones ambientalistas más moderadas.

Ecologismo político: Es una corriente que utiliza la sensibilidad ambiental en forma instrumental, pero su verdadero objetivo es atacar el sistema económico predominante. No es mayoritario, pero tiene gran capacidad de movilización, propaganda y fuerte infiltración en los medios de comunicación. Personas de esta corriente se encuentran insertas en organizaciones del ecologismo tradicional.

Ecologismo profundo: Es una corriente que emana de bases filosóficas (casi religiosas) muy sólidas, que plantea que el hombre es solo una más de las criaturas de la tierra, y que todos los demás seres, incluso inanimados, tienen derechos. Rechaza el antropocentrismo judío-cristiano, y tiende a ver a la especie humana como una plaga superpoblada y amenazante para la naturaleza. Es un concepto virtualmente panteísta. Visualiza el desarrollo como enemigo de la naturaleza, y por lo tanto a los sistemas económicos-políticos que lo permiten. Su actividad apunta entonces, a combatir el desarrollo tal como lo conocemos y a propender a un mundo menos poblado y con prácticas económicas más "armónicas" con la naturaleza. En este sentido, si bien sus objetivos de largo plazo son muy distintos a los del ecologismo político, comparten sus objetivos tácticos: combatir un sistema que es "desarrollista".

Pese a su carácter minoritario, son el ecologismo político y el profundo las dos corrientes que tienen mayor poder en los medios de comunicación y las que dominan el activismo ecologista. Eso dificulta lograr los acuerdos de desarrollo sustentable que podrían ser satisfactorios para la mayoritaria corriente del ecologismo tradicional pues los objetivos tácticos de las corrientes mencionadas, necesitan el conflicto ambiental y por lo tanto, no tienen interés alguno en buscar o siquiera facilitar acuerdos con las corrientes "desarrollistas" a las que buscan derrotar.

La principal crítica hacia el movimiento ecologista proviene que no aclara ciertas cuestiones éticas. A pesar de que muchos autores ecologistas hablan acerca del antropocentrismo y antropomorfismo cometen un error en sentido inverso al considerar a la naturaleza como una entidad central apartada del hombre. El hombre es parte de la naturaleza, ya que está sujeto a las mismas leyes físicas y biológicas de la realidad.

Según el sitio web “Liberación La Rioja”, algunas personas son escépticas acerca del movimiento ecologista y sienten que está más profundamente enraizado en la política que en la ciencia. La ciencia ha demostrado que las reclamaciones de los ecologistas tienen ciertos credenciales, por ejemplo, que de hecho estamos experimentando un cambio climático inducido por el ser humano, y que han habido importantes efectos secundarios del uso desorbitado de pesticidas y herbicidas. Las críticas suelen partir de la gran industria, principal perjudicada por las posturas ecologistas.

El tema forestal dentro del ecologismo

El tema forestal, desde hace ya bastante tiempo, se ha transformado en uno de los objetivos principales del ecologismo en el ámbito mundial. Esto debido a que algunos grupos ecologistas consideran que conservar el bosque es una forma de detener la expansión desarrollista. Otros ven en el área forestal la oportunidad para atacar el quehacer de las grandes corporaciones, el sistema de mercado y el libre comercio. Por último, las connotaciones de belleza natural de los bosques permiten excelentes fundamentos para apelar a motivaciones emocionales del público en lo referente a su conservación.

El debate ambiental sobre los bosques se desarrolla en un entorno de especial sensibilidad de parte del público hacia los temas ecológicos. Lo anterior se encuentra reforzado por el temor del público a una catástrofe ambiental, lo que parece apoyado por el sentido común al ver una población mundial creciente en un planeta con recursos aparentemente limitados, y al difundirse profusamente por los medios los problemas ambientales. En este contexto, la información que entregan las empresas simplemente no es creída por el público.

CONCLUSIÓN

El ecologismo surge como movimiento social después de la crisis del socialismo como ideología, cuando cae la Unión Soviética y se instala el Liberalismo como hegemonía en el mundo, representado por el poder de los Estados Unidos sobre el mundo.

Estos nuevos movimientos alternativos critican al sistema económico imperante, el Liberalismo, el cual consideran que provoca “grandes desigualdades”. Dentro de estos nuevos movimientos, el ecologismo político concentran sus preocupaciones en las causas económicas y políticas estructurales de los daños ambientales, propugnando el desmantelamiento y la sustitución del sistema industrial.

El tema forestal dentro del ecologismo político considera que conservar el bosque es una forma de detener la expansión desarrollista, como también, la oportunidad para atacar el quehacer de las grandes corporaciones, el sistema de mercado y el libre comercio.

Consideramos que el ecologismo como movimiento social alternativo es sumamente imprescindible dentro de la sociedad civil, ya que permite empoderar a la sociedad frente a los abusos cometidos por las empresas transnacionales, que se preocupan de sus ganancias a costa de la destrucción del medio ambiente, fundamental para la vida del ser humano.


BIBLIOGRAFÍA

Digón, Raúl, “Notas para una Teoría Socialista Reformulada”, Barcelona, 2005, texto disponible en Internet http://www.aecpa.es/congreso_07/archivos/area1/GT-01/DIGON-Raul(UB).pdf

Herrera, Benjamín, “El Nuevo Orden Mundial, entre la Dispersión y la Hegemonía”, texto disponible en Internet http://www.revistapolis.cl/13/herre.htm

Naudón de la Sotta, Carlos, “Introducción a la Política Mundial: Permanencias y Mutaciones, Ediciones ChileAmérica CESOC, Santiago de Chile, 1998.
 

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